NACHO CRISOL, EL MÉDICO ESPAÑOL QUE LO DEJÓ TODO PARA SALVAR NIÑOS DE LA DESNUTRICIÓN
Tras trabajar 15 años como pediatra rural en la comarca barcelonesa de Osona, Nacho Crisol decidió a los 45 dar un giro de 180º a su vida y cumplir su sueño de la infancia: salvar niños de la desnutrición. Contra ella ha luchado durante cinco años al frente de la clínica “Let Children Have Health” de Meki. Durante su estancia, se ha duplicado el centro, de ser exclusivamente pediátrico a convertirse en materno-infantil, y actualmente existe un equipo sanitario etíope bien formado del que se siente orgulloso. El pasado junio decidió que había llegado la hora de hacer las maletas e irse a otro lugar para combatir la desnutrición en situaciones diferentes.
¿Por qué decidiste ser médico cooperante?
Cuando de niño veía los anuncios de las ONG en TV, pensaba: “yo quiero hacer eso”. Por eso decidí estudiar Medicina. Pero cuando acabas la carrera y haces la residencia, entras en una dinámica que te engulle, entras en la zona de confort, te ves trabajando, con piso, sueldo, amigos y piensas: “qué guay es esto”.
¿Qué te hizo salir de ahí?
En mi opinión, en España a la medicina de primaria no se le da el valor y la trascendencia que tiene, incluso se tiene una visión que la subestima. A veces me encontraba visitando casos sin ninguna gravedad, o incluso sin ninguna patología, como si fueran urgencias. Tampoco ayudaba la actitud absolutamente demandante de los familiares de algunos niños. Había días que estaba encantado, pero en general, cuando salía de mi casa y me dirigía al trabajo, pensaba: “Nacho, qué haces aquí, con todo lo que hay que hacer allí”. Por eso decidí hacer un máster en salud internacional, y en 2017 elegí la clínica pediátrica de la FPH en Meki para hacer las prácticas. Fui con mucho miedo, pensando que no sería capaz. Pero me encontré, sin saberlo, con lo que llevaba buscando toda la vida: la desnutrición infantil, que siempre me había interpelado mucho porque un niño no se puede morir de hambre.
¿Por qué te decantaste por la Fundación Pablo Horstmann?
Porque es de tipo familiar, con buen ambiente, siempre preocupados por el niño desnutrido. Cuando me pidieron ser director de la clínica, pensé que era lo que había querido toda la vida.
"Es brutal ver cómo los niños vuelven a su casa por su propio pie, cuando habían estado a punto de morir"
¿Qué es lo que más te ha impactado en tu trabajo en la clínica?
Ver la situación de desnutrición en que llegan los niños y lo que podemos llegar a hacer por ellos. Vienen después de tres horas caminando. En la estación seca, o según las condiciones sociales o políticas, la situación empeora para las familias y muchas prácticamente solo pueden comer una mazorca de maíz una vez al día. Eso, los que tienen suerte. Es brutal ver cómo los niños vuelven a su casa por su propio pie, cuando habían estado a punto de morir.
¿Y el mayor reto?
Recibir niños y neonatos al borde de la muerte cundo había escasez de medicación y de alimentos terapéuticos para la desnutrición en el país. El estado en el que en muchas ocasiones traían a los niños, te daba una idea de la precariedad del país, que, junto a las costumbres locales y las condiciones sociosanitarias de la población, ponía las cosas muy difíciles… Moverme en esas condiciones me ha marcado.